Cada palabra que hoy comparto con ustedes nace del corazón. Porque más que un ejercicio de transparencia, esta rendición de cuentas es un acto de amor por la tierra que me vio nacer, por la gente que me formó, y por la provincia que me honra representarla con dignidad en el Senado de la República.

He asumido este compromiso como un deber sagrado. No soy un político de escritorio; soy un servidor que escucha, que camina, que responde. Desde el primer día, entendí que ser senador de La Altagracia no es un privilegio, es una responsabilidad que se honra con trabajo, con firmeza y con resultados.

Durante este período legislativo, hemos levantado la voz por nuestra provincia en cada escenario nacional. Hemos gestionado obras, aprobado leyes, canalizado ayudas, y lo más importante: hemos estado presentes. Porque servir no es aparecer en los momentos cómodos, sino estar al lado de la gente en los momentos difíciles. Pero esto no es un punto de llegada. Es apenas un nuevo comienzo.

Lo que hemos logrado juntos es el cimiento de una visión aún más grande: una provincia más equitativa, más ordenada, más segura, más digna. Porque cuando un
pueblo se levanta, ningún obstáculo lo detiene. Hoy más que nunca reafirmo mi compromiso de seguir siendo una voz firme, cercana y valiente. Una voz que no
se doblega, que no se cansa, que no se ausenta. Porque mientras haya una necesidad en La Altagracia, habrá en mí una causa por la cual luchar.

Gracias por confiar, por acompañar y por creer.

Sigamos construyendo juntos el futuro que merecemos.